Historias de ánforas y electores
Desde el siglo XIX, aligerar el material de las ánforas permitió democratizar las elecciones e incorporar a más actores. Recién en 1931 se crearon el JNE y las libretas electorales.
La primera ánfora del siglo XIX, data de 1809, cuando se eligió al delegado del Perú ante las Cortes de Cádiz para las juntas generales que se habían constituido en España frente a la invasión francesa y cuando se discutió sobre la causa indígena americana.
Se eligió a Vicente Morales Duárez como diputado, y entre los cinco diputados suplentes elegidos se encontraba Dionisio Uchu Inca Yupanqui, descendiente directo de las panacas reales incaicas.
Nuestra prehistoria electoral fue terrosa. “Esas ánforas eran cántaros de arcilla con boca ancha, donde se metían las papeletas. Esa forma virreinal de votar era muy distinta a la republicana. Entre los votantes se elegía una terna y, por sorteo, se elegía al ganador”, explica el historiador Miguel Arturo Seminario, director del Museo Electoral y de la Democracia del Jurado Nacional de Elecciones (JNE).
Con este método, que hoy consideraríamos práctica antidemocrática, se elegían a los representantes de los cabildos de los pueblos, villas y ciudades del Perú.
Cambios y democracia
Con la República, las primigenias ánforas de arcilla sufrieron cambios mientras nos calzábamos las hormas de las formas democráticas.
Porque esos porongos, que eran recipientes de leche, dificultaban su traslado para largas distancias, por ejemplo, desde una capital serrana o una ciudad del norte hasta la capital de la República.
Por ello, las ánforas serían luego de metal. Y en el siglo XX, cuando las elecciones se vuelven más masivas, buscando que sean más ligeras para su traslado, se fabricarán de policloruro de vinilo (PVC), cartón y, hoy, polietileno.
Tiempos de cartón
Estas dos últimas son las de más fácil traslado y permitieron justamente a la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) el envío de los votos desde las ciudades del interior hacia la capital de la República.
Seminario recuerda que hablar del voto de los peruanos en el exterior hubiera sido imposible si no se hubiera desarrollado la “ánfora desplegable”, confeccionada de cartón.
El voto electrónico es una realidad en distintos países. En el caso peruano, los ensayos con este sistema fueron avanzado en espacios específicos, como los balnearios del sur de Lima, pero, debido a la pandemia del covid-19, en estos distritos se ha tenido que volver al modelo tradicional de cédulas y lapiceros.
Pero no hay duda de que, en unos años, el voto electrónico en el Perú será universal, como parte de las dinámicas de la sociedad posindustrial, que disponen mecanismos para facilitar la vida de las personas, explica Seminario.
Tiempos violentos
El período más difícil para los procesos electorales fue las décadas de los ochenta y noventa, de la lucha de las fuerzas del orden contra la subversión: Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, las principales organizaciones en buscar desestabilizar las elecciones democráticas y la estructura socioeconómica del país.
“A pesar de la violencia política focalizada en algunas zonas del país, como Huancavelica, Ayacucho o Apurímac, la vida democrática del Perú no se detuvo: los ciudadanos apostaron con fortaleza por mantener al país unido”, apunta el historiador.
IIMiguel Arturo Seminario sostiene que de 1821 a 1872, época en que asume el primer presidente civil, hay “luces y sombras en el camino de la democracia”.
Hablamos de cerca de medio siglo en que el destino del Perú estuvo determinado por la presencia de los caudillos, parte de esta realidad se refleja en la novela Balada para arcángeles, de Luis Fernando Cueto, y otras obras de ficción.